Remoto y oculto a oriente, al pie de la imponente muralla de crestas del macizo sagrado del Kanchenyunga, el monasterio de Rumtek, en las estribaciones del Himalaya, escarpado pero accesible, corona el monte del mismo nombre, de frente a la ciudad de Gangtok, en otro tiempo capital del reino budista de Sikim y desde 1975 incorporado a la República de la India.
En este gompa o monasterio, construcción geométrica de un mandala conforme a la arquitectura tibetana, el principal de los monasterios sikimeses, del linaje del budismo tibetano kargyupa o karma kagyu, entre sus muros, según afirma la tradición, se conserva el mágico gorro negro (vajra mukut) elaborado con un sinfín de dulces cabellos de dakinis, divinidades budistas femeninas, bailarinas celestes, que identifica a su cabeza visible, el karmapa, y su sede. La misma tradición asegura también que esta maravillosa tiara no es posible contemplarla simplemente a ojos de cualquier mortal. Quizá por ello terminó encargándose tejer uno terrenal que el emperador chino regaló al quinto de los karmapas a principios del siglo XV, y que, al parecer, se conserva por igual, aun sin merma de encanto, en Rumtek.
La fachada monacal encara un gran atrio o patio situado a levante, escenario de los rituales y danzas principales del monasterio. La última semana del calendario lunar tibetano es el momento de reunirse para celebrar Gutor, la despedida del año, y así propiciar uno nuevo auspicioso y pleno con danzas sagradas cargadas de simbolismo que se cree que fueron creadas e incluso interpretadas en vida por Padmasambava, el gurú propagador del budismo en Tíbet, conocido también como Guru Rinpoché, transmitidas en visiones o sueños por maestros budistas y recuperadas con fuerza por el nuevo 17º karmapa.

«Creación de Padmasambava, las danzas cham fueron transmitidas posteriormente por maestros budistas y revitalizadas con la llegada del actual karmapa Ugyen Trinley Dorje».

Fachada del Monasterio de Rumtek durante el ensayo general de las danzas cham para la celebración de la festividad de Gutor en febrero de 2019.
Preparativos de las danzas cham
Alrededor de unos setenta jóvenes monjes con sus hábitos de alargadas mangas ocupan el primer día la explanada delante del monasterio para una especie de ensayo general de las danzas Gutor Mahakala cham, sin máscara en esta ocasión, provistos de sus características botas de fieltro blanco [tshoglam o thsolam] y de la ritual cantimplora de piel forrada de brocado pendiente de la cintura [chabluk], que contiene agua bendita.






Al final de esa misma jornada queda instalada la gran torma (figura hecha con harina de cebada y mantequilla de dri o nak —la hembra del yak— para las ofrendas) de Hazhal enmedio del patio alrededor de la cual darán comienzo a la mañana siguiente las sucesivas danzas rituales propiciatorias, de una hora de ejecución aproximada cada una de ellas, con pequeños intervalos para descansos y tentempiés, hasta concluir con la aparición de tres carrozas y la procesión de la triada de Mahakala, que tendrá lugar al caer la tarde.

La figura de Hazhal Mahakala aparece envuelta por un intrincado castillo de hilos entretejidos entre mimbres, representando su morada, rematado de un estandarte para cortar el viento, sobre cuya plataforma irán colocándose las katas, los pañuelos blancos y de otros colores, junto a otros objetos.
Trompetería y percusión a cada danza, con cada aparición de los danzantes cham, anuncian el inicio con sonidos como salidos del profundo inconsciente, extraños rugidos o suerte de intermitentes pero prolongados soplidos traídos por la fuerza del viento de entre la niebla y el ramaje boscoso de las montañas más altas, que te colocan en medio de la escena y atraen tu atención clavándote los pies al suelo sin advertirlo. Y junto al recitado gutural, rítmico y acompasado de los mantras, que van marcando los pasajes del ceremonial y fiesta, terminarán por envolverte del todo. El resto de la comunidad budista que habita el monasterio y los devotos asistentes, algunos de ellos venidos desde Bután como delata su atuendo, pitan en señal de aclamación y enseguida se suceden y encadenan los aires de danza y rito.




Gutor cham va a invocar la protección de Mahakala (maha kala, gran negro, la gran divinidad negra), conocido también como Bernachkan entre los seguidores del budismo karma kagyu, o Mahakala de dos brazos, quien vela por la permanencia y protección de los karmapas, para proteger las enseñanzas predicadas por Buda, su transmisión y la de sus prácticas, propagadas desde el norte de la India hasta Nepal y Tíbet después de pasados mil años.
En la tradición budista, las danzas cham son el vehículo para la meditación, para prepararse motivándose, concentrarse y saltar las barreras que impiden la iluminación. La pretensión de estas danzas va más allá de su ejecución, son el vehículo para la madurez de la contemplación. El desarrollo de las danzas se acompaña necesariamente de una música sagrada y de accesorios imprescindibles como las máscaras con sus disfraces dentro de un ritual que completará la ceremonia.

La danza del Guardián de la Puerta en Rumtek
Precedido por portadores de incienso y músicos, el lama principal (lama vajra) hace su aparición muy ceremoniosamente ataviado con el imponente sombrero de ala ancha en negro, coronado por una pequeña calavera y rematado por una vistosa pluma, con las cintas de los cincos colores de los cinco Budas de la sabiduría, resumen del principio de la iluminación del budismo, trenzadas hacia atrás.

El sombrero viene a simbolizar, como mandala del viento que sostiene el universo, el monte Neru, morada del panteón de divinidades budistas. Una capa dhagam ricamente hecha de vistosos brocados, un disco plateado como espejo al pecho, y delantal luciendo la efigie de Mahakala componen su abigarrado ropaje ceremonial.
Lenta y progresivamente irá haciendo, con suaves movimientos entre pasos cortos y saltos, en círculo, su propio ritual: en su primera aparición lleva entre las manos un gancho que hace girar arriba y abajo ensartado en una vara, al poco un lazo, después una cadena y por último una campanilla, para exorcizar y desarmar con todos estos instrumentos del rito a los enemigos del dharma y todo aquello que pudiese obstaculizarlo en el umbral del nuevo año.
Inmediatamente, cruzando en el aire dos plumas oscuras primero y danzando con los brazos en alto después luce un arco y una flecha en cada mano. De esta forma concluye su intervención, la más ritualizada de la jornada, abandonando la escena entre incienso y música.



La danza de los venados
A continuación, con el alto lama presidiendo la ceremonia, prosiguen las danzas con un desfile de múltiples cabezas de animales a través de vivas máscaras de papel maché en su mayoría pero todas ellas de un colorismo inigualable, acompañadas de los movimientos agitados de los inesperados brincadores que vienen a ser una previsión de lo que almas encontrarán en el lapso que va desde la muerte a la reencarnación, una preparación para el camino de esa última etapa en suma, con la visualización e iluminación por las metáforas y la danza.
Enfilados los monjes ahora enmasacarados comienzan sus danzas cham ataviados como yaks salvajes de astas negras, pájaros de enormes picos abiertos que recuerdan a Garuda, inquietos venados de cornamenta blanca adornada de cintas de los colores del dharma… entre otros que representan a Mahakala.
Las dos parejas de venados se singularizan para actuar con protagonismo y al final uno de los cuatro comienza a ejecutar solo lo que según la tradición es una visión de Padmasabava, que vio el espíritu del dios del viento a lomos de un venado, lo distrajo de sus ejercicios de meditación y decidió someter al agitado espíritu montando al cérvido para intentar someterlo y lograr que en adelante protegiese a la humanidad.
Coronas de cascabeles en los tobillos atraen la atención de los asistentes pero sobre todo contribuyen a mantener el ritmo deseado de los movimientos de los danzantes, saltos entre pasos, lentos y con brincos, remolinos hasta dar con la cornamenta en el suelo en un giro hacia atrás y arrodillándose.






En un segundo plano, aunque muy visible, al mismo tiempo del desarrollo del ceremonial de las danzas sagradas, se produce un juego de unos cómicos personajes [atsara], viejos, desgreñados, desarrapados que van y vienen por el atrio con sus bromas entre sí y provocando a los asistentes —fotográfos incluidos— para una completa participación de la fiesta de fin de año que funciona en diferentes sentidos.



Los atsaras, monjes igualmente como los danzantes, actúan de ayudantes de sus compañeros con las máscaras o arreglos del vestuario durante la ejecución o auxiliando incluso en el manejo de las carrozas. Intervienen asimismo como supervisores del espacio reservado para las cham impidiendo que se invada la explanada.
Pero en particular, y no solo durante los descansos, asumen el papel de adelgazar el ritual encadenando difentes bromas y episodios humorísticos que, lejos de cortar la atmósfera sacralizada, de meditación y sucesión de danzas propiciatorias, en vísperas de un nuevo año, logran reunir con éxito lo sublime con lo ridículo, desdramatizando en fin.

Desde la balaustrada de entrada al templo monjes y novicios ríen las gracias de los atsaras durante sus intervenciones.
La danza de los esqueletos
El tercero de los bailes es el de los esqueletos: cuatro danzantes, por parejas, masculina y femenina, en el papel de ascetas [los señores del cementerio: citipati], vestidos de blanco simulando osamentas y enmascarados, gesticulan la danza eterna de la muerte y escenifican en medio de saltos y giros para recordar cómo meditando sobre ella pueden removerse obstáculos, aflicciones y sufrimiento, y allanar el camino que representa el cambio de año, con sus nuevos propósitos.


La danza de los sombreros negros y los tambores
Nuevamente, entre los monjes enmascarados, aparecen los portadores del sombrero negro del alto lama de la danza maraya para cerrar la sesión de danzas cham previa a la aparición de carrozas.

Las carrozas en procesión por Rumtek tras las danzas cham
Carrozas de tamaño superior al natural, por orden: Mahakali, a lomos de su mula azul; Bernakchan (o Mahakala de dos brazos), de piel oscura azulada, y Vajrasadhu (o Dorje Lekpa en tibetano), protector de las enseñanzas dzogchen, compendio de la tradición del budismo tibetano, salen esforzadamente al atrio y cierran sobre una mesa de ofrendas toda la ceremonia de Rumtek y las danzas cham.







La culminación del ritual protector Gutor Chenmo narrado llega cuando, recogidas las tres carrozas en el interior del templo, se procede a la quema del torma que había presidido el patio del monasterio, como el último arma para despejar de obstáculos la llegada del nuevo año, la fiesta de Lhosar. ✑REGION
2 comentarios
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